Se debe reconocer que el Método Científico que tan buen resultado ha dado en las áreas del conocimiento humano de la Ciencias Naturales, no ha podido trasladarse de forma idéntica a las Ciencias Sociales. A pesar de que esta dificultad es propia de la epistemología que resulta del objeto de estudio y su complejidad: el hombre y sus interrelaciones; muchos pretendidos científicos sociales se llenan la boca de conceptos pseudocientíficos para justificar su modelo o teoría que quieren implantar como una verdad absoluta en la sociedad. Por eso, nos movemos en las ciencias sociales entre la ciencia y la ideología ya que son problemas clásicos de las Ciencias Sociales como la Pedagogía que confunde el rigor científico con las modas, coñas para muchos implicados en la Educación. Explicaremos el modelo de la vaca esférica.

¿Teorías Sociales o Ideología?

Cabe decir que sus teorías tienen la pretensión de ser objetivamente ciertas sin la necesaria comprobación o refutación popperiana. Lo que esconden detrás de esas teorías y modelos es ideología, pero según sus defensores se basan en evidencias científicas, las cuales nunca te muestran salvo miles de citas autoreferenciadas en sus revistas que crean un anillo de citas bibliográficas aderezadas con supuestos estudios de importantes Universidades como Harvard (ponga aquí su etiqueta «neoliberal).

El problema de las Ciencias Sociales

Las Ciencias Sociales, en las que se enmarca la Pedagogía, así como la Sociología, Economía… tiene como objeto de estudio los campos del saber humano y del medio en el que se desarrolla nuestra actividad y cultura, los cuales  son tan diversos y actúan sobre ellos tantas variables que es muy difícil sostener que sus fuentes del conocimiento son infalibles, al igual que cualquier postulado, teoría o pretendida demostración científica.

El modelo de estudio y el modelo teórico

La Física y las Matemáticas estudian objetos que son esquematizables, es decir, que pueden ser reducidos para su investigación a sus elementos fundamentales sin perder su esencia como objeto, por ejemplo, la Fuerza en Física, o lo que denominamos un Conjunto en Matemáticas. Es la famosa metáfora que cuentan los físicos de la Vaca esférica.  La vaca esférica es un chiste recurrente entre los físicos teóricos para explicar que cuando estudiamos un objeto y sus relaciones, atributos, propiedades, etc, lo que hacemos es modelizar el problema de forma que tenga las características mínimas necesarias para ser tal objeto y poder caracterizarlo. Así, si cogemos como objeto de estudio una vaca, metodológicamente podemos definirla como un objeto esférico que…  Vaca Esférica

Sin embargo, en el área del conocimiento de las Ciencias Sociales, las reducciones son muy difíciles.
Pongamos un ejemplo:

Un grupo clase de un centro educativo es un compendio de personas, con diferentes actitudes, aptitudes, grados de maduración, realidades socioeconómicas diferentes, profesorado que va y viene, leyes y normativas que inciden sobre el aprendizaje, sobre el gasto que puede tener el grupo en energía, en material fungible, en soporte pedagógico, formación del profesorado…

¿Cómo podemos reducir «este grupo» para estudiarlo a sus mínimas características sin que pierda su esencia?

Y si queremos actuar «científicamente» sobre el conjunto de todos los grupos de estudiantes, alumnos, profesores, centros educativos, administraciones educativas, normas y leyes educativas… como debe pretender la Pedagogía, ¿cómo lo hacemos si es tan difícil? 

¿Tenemos alguna vaca esférica en Educación? Algunos ya la han criado.

Primero de todo he de reconocer que yo no tengo la solución. Algunos sí.  Pondremos el ejemplo de la Comunidad de Aprendizaje que hace unos años estuvieron muy de moda.  Se implantaron en muchos centros educativos, en la Universidad y tejieron una red de «investigadores» que se autoreferencian en sus revistas alegando estudios de difícil comprobación y seguimiento contrastado.

Puedes pretender justificar una teoría pedagógica en las «evidencias científicas» de estudios de grupos «académicos» que han entrevistado a muchos sujetos y evaluado infinidad de indicadores. Es decir, escoges los sujetos a los que entrevistas, preguntas lo que te interesa que se responda obviando aquellas evidencias que son refutaciones de tu teoría. También puedes eliminar todos los indicadores que no constatan los resultados que quieras que salga y «voilà» ya tenemos cocinada la teoría que pasa a ser una ley pedagógica a la que todo » el mundo científico» hace referencia.

Empaquetas los «resultados» en una revista con prestigio en que los pares de revisión son antiguos alumnos tuyos (a los que ayudaste a inflar sus currículums) y le dices a una becaria que tienes en Harvard que lo publique como «profesora asociada o visitante». 

Hecha la magia epistemológica que trasciende tu ideología a ley pedagógica, reparte conferencias y que te pongan medallas científicas.

¿Y qué hay detrás?

La pobre vaca esférica que sirve para entretener a millones de alumnos que reciben una educación políticamente correcta pero que no les empodera como personas autónomas y reflexivas, que serán objeto de contratos precarios en la economía de servicios y de estafas como ahora lo son por el «buenismo educativo»   

Incluso más cosas como lo que indica este artículo:

La ‘secta’ de la Universidad de Barcelona: la guerra oculta por el control académico

¿No hay otra forma científica, ni que sea más humilde, de afrontar la educación?

Olvidarnos de la vaca esférica en las Ciencias Sociales. Podemos proponer alternativas, por ejemplo la intervención cada vez más intensa de las Ciencias de la Neurología, en su vertiente Neuropedagógica (Javier Tirapu) o Neuroeducación (Francisco Mora) y aproximarnos a las experiencias corroborables más exitosas a las evidencias de cambios en nuestro cerebro a partir de procesos de enseñanza-aprendizaje que demuestren que inciden sobre el educando.

Ni modas ni coñas, la vaca esférica en la educación
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